Magallanica
La creencia en la existencia de un gran continente austral se remonta muchos años atrás antes del descubrimiento real de la Antártida. En muchos de los mapas elaborados entre los siglos XV y XVIII, en los que aparecían nuevas tierras descubiertas, figuraba en el extremo sur de planeta una extensión de tierra ignota llamada de forma un tanto vaga con el nombre de Magellanica o Magallanica.
En aquellos momentos se trataba aún de un continente hipotético, bautizado con el nombre de Fernando de Magallanes, el primer europeo que navegó desde el Atlántico al Pacífico por el sur del continente americano. Eso no fue obstáculo para que la imaginación de los cartógrafos situara en él climas, ciudades y costumbres fantásticas.
Pero era tan escaso el conocimiento geográfico del planeta en sus latitudes más meridionales que, sobre el papel, Magallánica aparece siempre como una masa uniforme cuyos contornos varían dependiendo del autor del mapa.
El mapa de Petrus Bertius
Existe, sin embargo, un audaz mapa firmado por Petrus Bertius en el año 1616 dedicado en exclusiva a Magallanica (el que encabeza este post). Su nombre completo es Magallanica: sive Terra Australis Incognita (Tierra de Magallanes, también conocida como la Tierra del Sur Desconocida).
Aunque el navegante portugués se llevó la fama, lo cierto es que la supuesta existencia de una gran masa de tierra en el hemisferio sur ya había sido postulada por Aristóteles y Ptolomeo muchos siglos antes. Ellos creían que las «tierras heladas» del Ártico debían por fuerza tener un contrapeso en el extremo opuesto del mundo. Los cartógrafos de la época jugaron un papel crucial en la propagación de mitos como Magallanica. Sus mapas no solo reflejaban rutas marítimas, sino también una visión imaginativa del mundo. Figuras como Gerardus Mercator, conocido por su proyección cartográfica de 1569 que facilitó la navegación para los marineros, contribuyeron a consolidar la idea de tierras aún no descubiertas en el sur, alimentando la expectativa y fervor por la exploración.
Como es obvio, el mapa de Petrus Bertius está lleno de supuestos falsos e inexactitudes. Para empezar, destaca el hecho de que el continente magallánico tendría un tamaño mucho mayor que el de la actual Antártida, llegando a ocupar el espacio geográfico en el que se encuentra Australia o Nueva Zelanda.
En algún momento de la historia, entre los siglos XVII y XVIII, territorios como la isla de Nueva Guinea o Tierra del Fuego fueron considerados como partes de este gran continente. Antes de las expediciones definitivas de James Cook, exploradores como Abel Tasman ya habían pavimentado el camino. En el siglo XVII, Tasman navegó por las costas de Australia, Tasmania y Nueva Zelanda, produciendo mapas que comenzaron a cuestionar la existencia de Magallanica y ajustaron gradualmente la percepción errónea de un enorme continente austral. Al desafiar las suposiciones previas, estos viajes impactaron radicalmente el entendimiento geográfico europeo.
El hecho más curioso es la consideración de que el Estrecho de Magallanes separaba el continente americano del continente austral, cuando en realidad esa separación es la del Pasaje de Drake. Fue, en efecto, Francis Drake quien, en el año 1578, había demostrado que Tierra del Fuego no era la parte septentrional de Magallanica, sino una isla independiente. Este hecho es inexplicablemente ignorado por Bertius que, cuarenta años después, por alguna razón desconocida, se negó a reflejarlo en su mapa.