Influencia del clima en la biocenosis
Las especies naturales dependen, para su desarrollo, del clima. Las características específicas del clima se convierten, con frecuencia, en factores decisivos y limitantes para la distribución de la mayor parte de los seres vivos. Pero el clima, el clima zonal, interactúa con los seres vivos de manera muy específica, que marca una diferencia con las condiciones generales.
Uno de los factores climáticos que más indice en la distribución de especies es la cantidad de radiación solar por unidad de superficie que recibe una determinada región. Como la Tierra es una esfera cuanto mayor sea la latitud, menor es la radiación solar, o dicho de otro modo, la cantidad de rayos de los que caen deben de calentar una superficie mayor. Así, a mayor latitud menor es la temperatura general. Las especies de latitudes más altas deben de soportar temperaturas muy frías, incluso por debajo del punto de congelación.
Otro de los factores importantes para la distribución de las especies es su posición con respecto a las masas de agua: la continentalidad. Cuanto más cerca estén de grandes masas de agua mayor es la humedad relativa, y mayores son los períodos de precipitaciones. Así, las especies que se encuentran en el interior de las grandes masas de agua deben de estar preparadas para soportar largas sequías. Además, las grandes masas de agua suavizan la temperatura media, por lo que las diferencias entre las máximas y las mínimas (amplitud térmica) son más acusadas en el interior de los continentes.
El viento es otro de los factores importantes que determinan la distribución de las especies. Zonas frecuentemente batidas por los vientos, como los páramos altos, presentan dificultades para la existencia de especies vegetales de gran porte. Así, suelen estar colonizados por hierbas, matojos o arbustos; y no se encuentra la presencia de árboles, que prefieren las zonas más resguardadas. Los vientos pueden modificar, localmente, las condiciones de temperatura y humedad. Algunos casos extremos se pueden ver en las franjas costeras, donde los árboles se adaptan tanto a la dirección de los vientos dominantes, bastante fuertes, que se deforman por completo.
La altitud es el factor externo al clima más conocido. Una masa de aire se enfría a medida que ascendemos a razón de un grado centígrado cada 100 metros. Así, en una montaña encontraremos, naturalmente, una distribución de especies llamada cliserie, en el que se encuentran, a medida que ascendemos, las especies mejor adaptadas al frío. Pero no sólo al altitud es relevante. En una montaña las especies se pueden distribuir en función de si la ladera se encuentra a solana, más cálida, o a umbría, más fría y húmeda. Y también si se encuentran a sotavento o a barlovento de los vientos dominantes, ya que la ladera de barlovento es más húmeda, debido al efecto barrera.
Las pequeñas o grandes diferencias que el relieve introduce en las condiciones generales de un clima explica, locamente, la distribución de las especies sobre el territorio.
Pero no sólo las variaciones del clima influyen en la biocenosis, la propia existencia o no de un manto biológico modifica las condiciones generales del clima. Las grandes masas boscosas hacen que el clima, dentro de ella, sea más estable, con una amplitud térmica más reducida, una humedad relativa más alta y una velocidad de los vientos menor. La propia existencia de suelo puede reducir los extremos climáticos, hasta el punto de que la dinámica del relieve se ve condicionada por él. Cuando los grandes agentes del relieve actúan sobre una superficie sin vegetación son más activos, es el llamado régimen de rexistasia, mientras que si la superficie está recubierta entramos en un régimen de biostasia, en el que la labor de los agentes erosivos es más difícil.