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Casquete Polar Ártico

Publicado por Daniel Terrasa

Se conoce como Casquete Polar Ártico a la capa de hielo marino que se extiende sobre el Océano Glacial Ártico y sus alrededores. Este casquete es un componente esencial del sistema climático global, ya que actúa como un gigantesco espejo que refleja la radiación solar de vuelta al espacio, ayudando a regular la temperatura del planeta.

Tanto el grosor como la extensión de esta capa es variable y fluctúa a lo largo del año, reduciéndose prácticamente a la mitad en los meses de primavera y verano, y aumentando durante el otoño y el invierno. Este fenómeno, conocido como oscilación estacional, es un proceso natural que ha sido observado y estudiado por los científicos durante décadas.

El grosor medio del casquete en invierno es de unos 3-4 metros, aunque en algunos puntos alcanza y supera los 20 metros. En el invierno de 2019-2020 la superficie total de la capa de hielo del Ártico alcanzó la cifra de 15 millones de kilómetros cuadrados, la cual se encuentra por debajo de la media de las últimas décadas.

En comparación, la extensión de la capa durante el verano ártico de 2019 fue de 4,1 millones de kilómetros cuadrados, es decir, algo más de una cuarta parte de la extensión del casquete en invierno. Esta reducción estacional del hielo marino tiene importantes implicaciones para la fauna ártica, que depende del hielo marino para su supervivencia. Especies como los osos polares, las focas y diversas aves marinas utilizan el hielo marino como plataforma para cazar, reproducirse y descansar.

El deshielo que tiene lugar durante la primavera y el verano da lugar al resquebrajamiento de la banquisa, sobre todo en sus zonas periféricas y menos gruesas. Los fragmentos quedan a la deriva formando placas de hielo de diverso tamaño que dificultan la navegación así como icebergs que en ocasiones se desplazan hasta latitudes muy alejadas del Polo Norte.

Aunque son más frecuentes en la banquisa antártica que en el Ártico, a menudo el deshielo provoca la formación de polinias o masas de agua líquida rodeadas de hielo. Es habitual la formación anual de la llamada North Water Polinia entre Canadá y Groenlandia, con una extensión que gira en torno a los 85.000 kilómetros cuadrados.

Importancia climática

El hielo marino juega un papel clave en el equilibrio térmico de los océanos. Hay que destacar el efecto reflectante de la radiación solar, estimado entre el 60 % y el 80 %, porcentajes mucho mayores que los de la reflectividad del mar (cifrada alrededor del 10%).

El ciclo del hielo marino incide también en el grado de salinidad de los océanos. Al congelarse, el agua del mar pierde su carga salina que se hunde al fondo del océano. Estas masas de agua de alto índice de salinidad penetra a través de las corrientes en el Atlántico Norte.

Más allá del ciclo estacional regular, en los últimos años se ha detectado una notable y progresiva reducción del casquete tanto en extensión como en grosor, con toda probabilidad asociada al cambio climático, aunque las causas y consecuencias son todavía objeto de debate entre los científicos. La alteración de la circulación atmosférica, el calentamiento del océano Ártico​ o la alteración de la Corriente del Golfo podrían ser algunas de las causas que están acelerando este proceso.

Algunas proyecciones vaticinan que hacia el año 2040 el Ártico quedará libre de hielo e verano, es decir, el casquete polar desaparecerá durante los meses más cálidos. Este fenómeno tendría graves consecuencias para el clima global, ya que la pérdida de hielo marino podría acelerar el calentamiento global al reducir la cantidad de radiación solar que se refleja de vuelta al espacio. Además, la pérdida de hielo marino podría tener un impacto devastador en las especies que dependen de él para su supervivencia.