La ciudad europea
La mayor parte de la población europea vive en un núcleo urbano. La mayoría de los países tienen más de un 75% de población urbana, sólo algunos de los países del Este tienen porcentajes menores. En la llamada «banana europea», una franja que va desde Gales hasta el norte de Italia por Bélgica, sur de Holanda, la frontera franco-alemana y Suiza el porcentaje supera el 90%. Esta es la zona más desarrollada de Europa.
Las principales ciudades europeas son:
* París con 11.175.000 habitantes, Francia
* Moscú con 9.270.000 habitantes, Rusia
* Londres con 7.355.000 habitantes, Reino Unido
* Essen con 6.480.000 habitantes, Alemania
* San Petersburgo con 5.130.000 habitantes, Rusia
* Madrid con 5.085.000 habitantes, España
La ciudad forma parte del modelo cultural de Europa desde el tiempo de la antigua Grecia y Roma. Las actuales ciudades europeas, y por gracia de la colonización las modernas ciudades de todo el mundo, son heredadas directas de estas urbes grecorromanas. Tanto es así, que incluso el mundo rural europeo, en la actualidad, tiende a organizarse como el mundo urbano, sólo que con una menor población. Esta tendencia a la superurbanización de la sociedad es, ciertamente, moderna. Durante la Edad Media la sociedad europea tendía a la ruralización, pero el modelo de convivencia urbano resurgió durante el Renacimiento, si bien durante la Edad Moderna hubo un equilibrio entre el mundo rural el urbano. Es en la Edad Contemporánea, y especialmente a lo largo del siglo XX, cuando el modelo urbano se convierte en casi exclusivo. Para lograr esto, en todos los países europeos se da una emigración masiva del campo a la ciudad. Esto permite la concentración de los trabajadores y del mercado, y facilita el desarrollo económico de Europa. Las labores agrícolas se pueden mantener con muy poca población en el sector.
A diferencia de lo que ocurre en los países «nuevos» la ciudad europea tiene una larga Historia, por lo que en Europa existen muy pocas ciudades nuevas; la mayoría ha tenido que transformar la ciudad vieja, para adaptarla a los tiempos modernos. Esto significa, para la mayoría de las ciudades, derribar las murallas y promover un plan de reforma interior y expansión (que en España se llama plan de Ensanche). Aunque en algunas ciudades no existió un plan concreto en todas ellas sí existe una zona de expansión organizada que equivale al plan. Normalmente esta zona unía la ciudad antigua con los modernos medios de comunicación (estaciones de tren, puertos nuevos, etc.); y se convertiría en el centro urbano.
El modelo básico que se usó en toda Europa en la primera transformación de las ciudades fue el que aplicó Haussmann en París: calles nuevas, anchas y arboladas (la gran vía), alcantarillas, alumbrado y diversas medidas higienistas. Además, se diseñan las ciudades con criterios policiales y de organización política y administrativa.
En la década de los años 20 aparecen dos elementos que serán centrales en toda ciudad europea: los edificios en altura y el coche privado. La ciudad se ha de adaptar a estos nuevos elementos. Se abren las calles para los coches, se jerarquiza la red viaria, se construyen las infraestructuras para llevar agua y electricidad a las casas, se recogen las basuras, etc. Y los edificios de varios pisos permiten el uso de los bajos para mercado y el resto del edificio para vivienda. Toda la calle se convierte en zona comercial más o menos importante.
Pero no toda la población que llega a la ciudad puede acceder a esta zona planeada. Aparecen así los barrios de extrarradio, marginales y sin servicios, en los que llega a aparecer la vivienda de autoconstrucción y las chavolas.
A medida que aumenta la población y sus necesidades, crecen las infraestructuras necesarias para el funcionamiento de la ciudad. Las redes se van complicando y aparecen barrios especializados en determinadas funciones: negocios, residencia, ocio, turismo, etc.; además de hospitales, cementerios, vertederos, rondas de circulación, depósitos de agua, transformadores eléctricos, etc., que se sitúan en las afueras; y pavimento asfaltado, alumbrado, estaciones de transporte y taxi, mobiliario urbano, recogida de basuras etc.
Esta ciudad, en la que confluyen todas las redes y todas las personas, tiene mucha fuerza en Europa, pero ha terminado resultando agobiante para mucha gente. Así, han ido apareciendo nuevas zonas de expansión, cuya característica básica es que disponen de un mayor espacio público. También han aparecido, en un radio de unos 30 minutos de la ciudad, nuevas urbanizaciones en las que vive la gente pero en las que no trabaja. La facilidad del uso del coche privado permite estos nuevos «pueblos». Tienen como factor limitante la falta de servicios, por lo que en ocasiones se prefiere la residencia en pueblos próximos ya consolidados y con todos los servicios básicos.
Todas las ciudades europeas que tienen restos históricos los explotan turísticamente, y reservan esta parte de la ciudad para esta función. Se cuida especialmente el uso peatonal de esta parte, permitiendo un paso de vehículos mínimo, y colocando en ella el mobiliario urbano de mayor calidad. Es la cara de presentación de la ciudad.