La producción de energía eléctrica tradicional
Hoy en día casi todo necesita de la electricidad para funcionar. La producción de energía eléctrica es una de las necesidades ineludibles de todo país desarrollado, y una de las más contaminantes. El mayor problema de la electricidad es que no se puede almacenar, y por lo tanto hay que producirla en el mismo momento en que se consume.
Aunque hay otras formas de producir energía eléctrica la producción industrial se basa en una sola tecnología: hacer rotar una turbina conectada a un generador. Pero para mover esa turbina se necesita una fuente de energía primaria. Dos son las formas básicas de producir electricidad: la hidroelectricidad y la termoelectricidad.
La producción hidroeléctrica consiste en hacer pasar grandes cantidades de agua a mucha presión por una turbina. Es una tecnología que requiere de una gran intervención en el espacio, ya que es necesario embalsar grandes cantidades de agua y tener desniveles importantes. Tiene la ventaja de que se trata de una energía primaria renovable y no produce emisiones a la atmósfera. Sin embargo, las condiciones precisas no se encuentran en todas partes, por lo que la producción total depende de las condiciones orográficas y pluviométricas. Además, la gran intervención que supone el embalsamiento de agua produce cambios notables en el entorno, y modifica el ecosistema próximo. Los avances tecnológicos en la mejora de la eficacia de las turbinas, permiten la creación de microcentrales, que requieren de una infraestructura mucho menor. En la actualidad una pequeña central hidroeléctrica no necesita de una infraestructura mayor que los antiguos molinos de agua. De esta manera, el paisaje de las riberas de los ríos, de pueblos y ciudades, se está llenando de estas minicentrales.
La producción termoeléctrica consiste en hacer pasar aire caliente a presión por una turbina. El aire caliente se obtiene hirviendo agua y para esto agua existen dos tecnologías: la quema y la fisión nuclear. Las centrales que calientan agua quemando se llaman centrales térmicas. Pueden usar cuatro tipos de combustibles: cabrón, petróleo, gas o biocombustible.
1.- La quema de carbón es cara, eficaz y muy contaminante. Además del CO2 expulsa a la atmósfera otros compuestos muy dañinos, como el azufre. Es un recurso fósil no renovable.
2.- La quema de petróleo es cara, muy eficaz y bastante contaminante. Genera mucho CO2 que se expulsa a la atmósfera. El petróleo que se quema en las centrales necesita ser refinado, por lo que hay un proceso industrial intermedio que también consume energía y produce contaminantes. Es un recurso fósil no renovable.
3.- La quema de gas es más barata, eficaz y poco contaminante. De todos los combustibles es el que menos CO2 expulsa a la atmósfera, y además se usa directamente, sin necesidad de refinerías. Es un recurso fósil no renovable.
4.- La quema de biocombustible es cara, medianamente eficaz y contaminante. Se consideran biocombustibles todos los productos biológicos que se pueden quemar: madera, matojos, aceites, alcoholes, restos de la cosecha, etc. La quema de estos productos producen mucho CO2 pero es el que previamente han absorbido las plantas y que volverá a ellas si se recupera el recurso, por lo que el equilibrio se mantiene. Es un recurso renovable, pero muchos de ellos necesitan ser tratados, previamente, en un proceso industrial.
La producción de energía eléctrica por medio de la fusión nuclear consiste en calentar el agua a través de un agente radiactivo que en su descomposición genera calor. La energía radiactiva es muy peligrosa, por lo que este método requiere de grandes medias de seguridad. El combustible no se agota del todo, así que su vida útil acaba antes de que deje de ser radiactivo. Se generan, así, residuos muy peligrosos y muy difíciles de tratar. Tiene la ventaja de que el proceso es barato, eficaz y no genera emisiones a la atmósfera.
Además de estos métodos tradicionales cada día tienen más importancia el uso de energías alternativas.