Tiempo y clima
Uno de los temas que ha ocupado desde sus inicios a la Geografía ha sido el del clima. El tiempo atmosférico, sus variantes y sus regularidades es tema de conversación cotidiano, e incluso de noticia informativa. Son innumerables las actividades humanas condicionadas por el tiempo y el clima; desde los lugares de vacaciones de sol y playa, o esquí, a la agricultura o la construcción de viviendas. Los ordenadores más potentes del mundo están dedicados a la predicción del tiempo. Muchas veces oímos decir: mañana tendremos una «climatología adversa», pero ¿es lo mismo tiempo y clima?
La meteorología, como ciencia, tiene sus raíces en la antigua Grecia, donde Aristóteles escribió su obra Meteorologica en el siglo IV a.C. Con el tiempo, el campo ha evolucionado significativamente gracias a avances tecnológicos y científicos. Durante el Renacimiento, se comenzaron a desarrollar instrumentos como el barómetro y el termómetro, lo que permitió medir las variables atmosféricas con mayor precisión. En el siglo XIX, la invención del telégrafo facilitó la comunicación rápida de datos meteorológicos, habilitando las primeras predicciones artesana y metodológicas del tiempo.
Se entiende por tiempo meteorológico al estado de la atmósfera en un momento dado. Se tienen en cuenta las condiciones de temperatura, humedad, precipitaciones de lluvia, nieve o granizo, viento, nieblas, y cualquier otro meteoro. A la combinación de estos factores se le llama tipo de tiempo. Así, podremos tener un tipo de tiempo seco, soleado y caluroso con vientos flojos o calmas, que es típico del verano, o un tipo de tiempo seco, soleado y frío con nieblas matutinas, que es típico del interior de las masas continentales en invierno, o un tipo de tiempo con lluvias intermitentes vientos moderados del oeste y temperaturas inferiores a lo normal que es típico del paso de un frente. Los tipos de tiempo son inducidos por los llamados «centros de acción».
Actualmente, la predicción meteorológica se apoya en tecnología de vanguardia como satélites y radares Doppler que observan condiciones atmosféricas globalmente. Modelos numéricos en supercomputadoras simulan los procesos atmosféricos, permitiendo prever fenómenos como tormentas o frentes fríos con mayor exactitud. La implementación de redes de sensores remotos ha potenciado considerablemente la capacidad de monitorear el clima en tiempo real, optimizando las predicciones a corto y largo plazo.
El clima, por el contrario, es más difícil de determinar. Hasta la década de 1980 el clima se definía como el estado medio de la atmósfera. Los valores medios de temperatura y precipitaciones, esencialmente, eran los que daban carácter al clima. En la década de 1930 Vladímir Köppen elaboró un complicado código para definir, según ciertos valores, todos los climas de la Tierra. Pero esta concepción del clima presenta un problema: no tiene en cuenta cómo se distribuyen los meteoros a lo largo del año. Así, en la clasificación Köppen tenían el mismo clima el centro de la cuenda del Ebro o del Duero, en España, que el sur de Siberia. Sin embargo, aquellas son las mejores zonas del mundo para producir vino mientras que el sur de Siberia es una de las peores, y es que el viñedo necesita un verano seco y caluroso, y ésta es la época lluviosa en Siberia.
El sistema de clasificación climática de Köppen es uno de los más utilizados a nivel mundial. Dividido en categorías basadas en la temperatura y las precipitaciones, identifica climas como tropical, seco, templado, continental y polar. Aunque ha sido refinado desde su concepción inicial, sigue siendo una herramienta esencial para climatólogos al facilitar la comparación entre climas de distintas regiones.
En la concepción moderna el clima se define como: la sucesión de tipos de tiempo, inducidos por los centros de acción, que tienden a repetirse con regularidad. La regularidad principal se da en ciclos anuales, pero dependiendo del carácter del clima existen climas regulares: en los que tendremos los mismos tipos de tiempo y con intensidad muy similar aproximadamente en las misma fechas siempre; y climas irregulares: en los que los tipos de tiempo de cada estación varían de forma importante de un año a otro, aunque se repitan con periodicidades de cuatro, siete, o diez años. Es significativo el refrán español que dice: cuando marzo mayea, mayo marzea.
Así como el tiempo tiende a variar de un tipo a otro en el lapso de unas horas, los climas tienden a permanecer invariables durante miles de años, aunque con pequeñas alteraciones. Los climas se mueven entre un umbral máximo y un umbral mínimo característico, acercándose a uno u otro alternativamente, pero sin perder su carácter. No obstante, de vez en cuando, se traspasan esos umbrales y el clima cambia. Los climas de la Tierra tienden a cambiar en ciclos de cientos de miles de años, moviéndose entre épocas frías (las glaciaciones) y épocas cálidas (los interglaciares). En la actualidad, parece que la actividad humana está empujando los valores de los climas de la Tierra hacia sus umbrales y hay riesgo cierto de que se traspasen, provocando un cambio climático irreversible.
El cambio climático está alterando los patrones meteorológicos a nivel global, aumentando la frecuencia e intensidad de eventos extremos como huracanes, olas de calor e inundaciones. Estos cambios son consecuencia del aumento de gases de efecto invernadero que alteran la estabilidad climática natural. Adicionalmente, el deshielo en los polos está contribuyendo al aumento del nivel del mar, desencadenando condiciones meteorológicas imprevistas en regiones costeras.