Propiedad y explotación rural
En muchas ocasiones el paisaje rural está condicionado por elementos jurídicos y sociales. Saber de quién es la tierra y quién es el que la explota puede ser fundamental para explicar cómo son los paisajes rurales y cómo funcionan. En primer lugar debemos de diferenciar entre propiedad y explotación. La propiedad es la titularidad de la tierra (a quién pertenece). Por el contrario, la explotación es la unidad técnico-económica de la que se obtiene los productos agrarios; así pues nos dice quién la trabaja. De esta manera la propiedad va de la gran propiedad a la pequeña propiedad, mientras que la explotación va del latifundio al minifundio, y no necesariamente tiene que coincidir gran propiedad con latifundio, ni pequeña propiedad con minifundio.
La gran propiedad puede ser de dos tipos: pública o privada. La gran propiedad pública es de aprovechamiento común. Son los bienes propios, comunes, dehesas boyales, bosques, etc. En el caso de España esta propiedad no se podía vender ni comprar hasta la desamortización general de Godoy. Desde entonces la propiedad comunal pertenece o se gestiona desde los organismos públicos: municipio, provincia, comunidad autónoma, o Estado. Es muy estable y sólo se vende en ocasiones muy excepcionales, y en general para usos que nada tienen que ver con la agricultura o la ganadería. La gran propiedad privada es mucho más flexible, se puede comprar y vender, pero condiciona las relaciones sociales en el mundo rural, ya que el trabajo de la mayoría depende de unos pocos propietarios.
La pequeña propiedad suele ser insuficiente para obtener buenos resultados con una explotación. Da muy pocas rentas a su propietario, por lo que muchas de ellas acaban abandonadas. Aunque hay determinadas regiones en la que la pequeña propiedad es característica, y otras en la que lo es la gran propiedad, es posible evolucionar de una a otra. En una región típica de gran propiedad, pero en la que el sistema de herencia obliga a dividirla entre todos los hermanos, a la larga acabará en una pequeña propiedad. También se puede acabar en una pequeña propiedad por ventas sucesivas de pequeñas parcelas. Por el contrario, en una región en la que es típica la pequeña propiedad es posible que derive hasta la gran propiedad si el sistema de herencia favorece sólo al hijo mayor (mayorazgo), o si la compraventa de pequeñas parcelas la controlan unos pocos propietarios. La pequeña propiedad es muy común entre los agricultores pobres, pero también en los países ricos. Se da en abundancia en la llamada agricultura a tiempo parcial, es decir entre agricultores que tienen su trabajo principal en otro sector, y para los que la agricultura sólo es un complemento a su economía.
Pero la economía y el paisaje del mundo rural agropecuario no depende tanto de la propiedad de la tierra como del tamaño de las explotaciones. Las grandes explotaciones se denominan latifundios, mientras que las pequeñas explotaciones se denominan minifundios. Cuando coincide el titular de la propiedad con el de la explotación se denomina régimen directo. En este caso sí coincide tamaño de la propiedad y el de la explotación. Pero existen muchas explotaciones en régimen indirecto, es decir que no son explotadas por el propietario sino por otro agricultor, con el que se firma un contrato. Aunque históricamente ha habido gran número de contratos diferentes: prestimonio, censos enfitéuticos, foros, rabassa morta, aparcería, etc.; el arrendamiento es el tipo de contrato más común. Una región en la que predomina la pequeña propiedad puede tener un paisaje de latifundios si unos pocos agricultores arriendan muchas propiedades, por el contrario una región en la que predomina la gran propiedad puede tener un paisaje de minifundio si esta es arrendada a múltiples agricultores.
Hoy en día tanto el latifundio como el minifundio son poco rentables. El latifundio sólo tiene sentido en explotaciones extensivas, generalmente de ganado. El minifundio sólo se da en la agricultura a tiempo parcial. No obstante, determinar cuál es el tamaño ideal de una explotación es muy complicado. Cuanto más intensivo sea el uso de la tierra más pequeña puede ser la explotación sin dejar de ser rentable. El cultivo en invernadero, sobre todo los modernos cultivos hidropónicos, necesitan de muy poco espacio, y dan grandes cantidades de producto. Sin embargo, para mantenerlos se necesitan de otros recursos, otros insumos: mucha agua, abonos, electricidad, calefacción, ordenadores, etc. En suma, todos los avances de la Revolución verde. La tendencia es a encontrar un equilibrio entre el tamaño de la explotación, el coste de los insumos y la producción que se obtiene. Es un equilibrio precario, ya que la producción no se lleva directamente al mercado final, si no que vende a unas pocas empresas de alimentación que la procesan y la presentan al consumidor. Así, el mercado del agricultor es un pequeño grupo de empresas (a veces sólo una) que controlan los precios y, por lo tanto, los beneficios de los agricultores.