El relieve apalachense
Las formas del relieve actuales no sólo son fruto de un desarrollo directo de las estructuras elementales, sino que es posible que hayan sufrido procesos más o menos largos y complejos de evolución. El relieve apalachense es el resultado de uno de estos procesos. Recibe su nombre porque el modelo de estudio fue la cordillera de los Apalaches, en EE UU, pero sus formas se encuentran en todo el mundo, sobre todo en los restos de las antiguas cordilleras hercinianas.
La génesis del relieve apalachense en muy compleja. En primer lugar, ha de aparecen una cadena montañosa con pliegues de tipo jurásico. Sobre estos pliegues actúa la erosión creando las formas típicas de este tipo de relieve.
En un segundo momento, cuando ya la cordillera está muy erosionada, la zona deja de actuar como superficie de erosión y comienza a acumular sedimentos, hasta cubrir por completo los restos de todos los pliegues bajo un espeso manto de margas, arcillas y limos. Estos restos de pliegues son de materiales más duros que los que los cubren.
En un tercer momento la misma zona vuelve a actuar como superficie de erosión, pero ahora ya no se erosionan los pliegues, sino el grueso manto sedimentario que los cubre. A medida que van desapareciendo los sedimentos van apareciendo los restos de los antiguos pliegues, que, al ser de materiales más duros que los sedimentos, resisten mejor la erosión y terminan quedando en resalte. No obstante, en el proceso, los picos más destacados, que quedan expuestos antes a la acción de la erosión, se desgastan más, por lo que las cumbres presentan una línea continua con muy pocas variaciones de altitud.
De esta forma, se crea un relieve característico que presenta formas típicas del relieve jurásico, por un lado, y forma típicas del relieve apalachense. Algunas de las formas típicas del relieve jurásico son heredadas de las antiguas estructuras. Así se pueden ver val, ruz, cluse, chevron, crestas, combes y mont. Pero no todas ellas son forma heredadas. A medida que la erosión va actuando sobre estas estructuras aparecen formas nuevas. Existen cluses, recordemos que se trata de un corte de todas las capas plegadas desde el anticlinal hasta el sinclinal, que se producen porque un río que circulaba por encima de los sedimentos que habían cubierto los pliegues, ejerce su labor erosiva con mucha eficacia, creando una cluse donde antes no la había.
Las formas representativas de los anticlinales están muy desdibujadas. La parte culminante de los anticlinales desaparece bajo la acción de la erosión, y con ellos los relieves más típicos que en ellos se forman. Así, la combe, deja de ser un valle cerrado en la cumbre de los pliegues para ser un valle abierto, en surco, por los dos lados y flaqueado por sendos sistemas de crestas. Los chevron pierden su característica forma en punta y las ruz aparecen como cortes a lo largo de las crestas apalachenses.
Las formas más características del relieve apalachense son las crestas y los surcos. Las crestas son los restos de antiguos flancos que formaban el anticlinal. Se caracterizan por tener una altitud muy similar a lo largo de toda ella. Se presentan de forma paralela unas a otras. Los surcos son depresiones entre cresta y cresta. Aparecen a dos alturas, los más bajos se corresponden con los antiguos sinclinales, y los más altos con los antiguos anticlinales, sobre los que se había desarrollado una combe.
Todo este largo proceso explica porqué el relieve apalachense aparece sobre un sustrato de la época Herciniana, y no sobre los más modernos de la orogenia alpina.