La agricultura de Europa occidental
La agricultura de Europa occidental, la agricultura de la Unión Europea, ha sufrido una transformación radical desde la década de 1960. Ha sido la que, con mejores resultado, ha podido aplicar los avances de la Revolución verde, pero a costa de perder protagonismo en el PIB y en el mercado laboral; apenas se dedica a ella el 8% de la población activa. No obstante, es capaz de producir excedentes de todos los productos que se consumen en Europa.
La característica más relevante de la agricultura europea es que se trata de una empresa familiar. La constituye una explotación, generalmente explotada por el propietario o alquilada, con explotaciones de tamaño medio y altamente capitalizadas. Lejos del monocultivo de otras partes del mundo la agricultura europea presenta todo tipo de productos, y además está perfectamente integrada en la dieta popular. El mercado consumidor es la propia población de Europa. Muy pocos productos se exportan a EE UU y Japón.
Además de los agricultores profesionales existe, también, un amplio sector de agricultura a tiempo parcial, a la que se dedican personas que tienen sus ingresos principales en otro sector, y que con una pequeña explotación complementan sus ingresos. Suelen conseguir un alto valor añadido. También, complementan el consumo familiar. No obstante lo dicho, su peso en el PIB es testimonial.
Tradicionalmente se distinguen en Europa tres paisajes agrícolas típicos:
1.- el nórdico, de carácter seminómada y ganadero;
2.- el centroeuropeo, en él se practica un policultivo para el mercado, en el que predomina el regadío, y en el que el paisaje está marcado por el contraste entre campos cerrados y abiertos; y
3.- el mediterráneo, también con un contraste entre campos abiertos (en las regiones de secano) y cerrados (en las regiones de montaña). Este paisaje se caracteriza por la trilogía mediterránea: trigo, vid y olivo, y el policultivo hortícola, de gran variedad, en el que el regadío es fundamental. Este es el sector más capitalizado de toda la agricultura, ya que con su sistema de invernaderos es capaz proporcionar cualquier producto durante todo el año.
Si bien en el pasado la ganadería y la agricultura estaban integradas, en la actualidad son dos procesos productivos totalmente independientes. Las explotaciones agrícolas están en comarcas de poca densidad de población, mientras que las granjas se localizan, relativamente, cerca de las grandes aglomeraciones humanas. Son explotaciones intensivas con el ganado estabulado o semiestabulado.
Hoy en día la agricultura europea está condicionada por la Política Agraria Comunitaria (PAC). Así, son las instituciones de la Unión Europea las que deciden qué se cultiva, ya que subvencionan unos determinados cultivos y ponen límites a la producción de otros. Los objetivos de la PAC son aumentar la productividad de la tierra y asegurar al agricultor un nivel de rentas mínimo. Además, se han de asegurar el abastecimiento de los productos más comunes, y a precios razonables para los consumidores. Para lograr estos objetivos se han de racionalizar las explotaciones y hacerlas más productivas. Sin embargo, también se subvenciona la agricultura de montaña, deficitaria, para conservar los valores culturales y evitar la despoblación del campo.
El agricultor actual, en Europa, debe producir para el mercado, lo que quiere decir para unas pocas empresas de alimentación que son las que controlan la demanda. Además, los vaivenes de las decisiones políticas les obliga a estar en permanente renovación de cultivos. De este panorama sólo se libra las explotaciones bajo plástico, muy rentables y que pueden obtener beneficios al margen de las ayudas oficiales.